COMPRENSIÓN LECTORA
Comprensión textual
Momento de práctica
Hoy vamos a leer el siguiente cuento infantil, con la ayuda de cada participante en la clase. Todos debemos de estar atentos para seguir la secuencia de la lectura, sin desconcentrarse, porque al final, se hará la reflexión de la misma.
Había
una vez un niño muy listo y simpático al que todos llamaban Garbancito. ¿Y
sabéis por qué? ¡Pues porque no era más grande que un garbanzo! Era un niño
sano, fuerte y feliz, solo que muy pero muy pequeñito.
Sus
padres le tenían mucha confianza, porque sabían que era un chico muy
responsable. Y como a Garbancito le encantaba ayudar en todo lo que podía, de
vez en cuando le dejaban ir al pueblo a hacer algún recado.
El
niño era feliz cuando podía andar dando vueltas por ahí. Y como era muy listo,
para evitar que la gente lo pisara sin darse cuenta, iba siempre cantando una
canción:
¡Pachín, pachín,
pachín!
¡Mucho cuidado con lo
que hacéis!
¡Pachín, pachín,
pachín!
¡A Garbancito no
piséis!
Todos
en el pueblo le conocían, y al escuchar la canción se
apartaban para abrirle camino.
Un
día, su padre comentó en casa que iría a recoger coles al campo, porque ya
estaban en su punto. Su esposa le sugirió que tratara de llenar un saco, para
después poder venderlas en el pueblo. Garbancito escuchó la conversación, y ni
lento ni perezoso, se subió a la mesa para que pudieran verle bien y suplicó:
–¡Papá por favor llévame contigo
para ayudarte!
El
padre estuvo de acuerdo, y juntos fueron hacia el establo para ensillar el
caballo. Garbancito pidió a su padre que lo subiera en su mano y lo dejara
junto a la oreja del animal, para poder ir guiándole por el camino. Así, el
pequeñín y su padre tomaron el camino. Garbancito iba feliz; iba dando órdenes
al caballo y el animal, obediente, seguía sus indicaciones. Por fin llegaron a
la plantación de coles.
–Garbancito, voy a recoger todas
las coles que pueda en este saco. Tú mientras tanto puedes jugar por ahí, pero
no te alejes mucho.
–¡Tranquilo papá! Tendré mucho
cuidado.
El
día estaba soleado, el campo estaba lleno de flores y las mariposas
revoloteaban sobre su cabeza… ¡qué felicidad tenía el niño! Tan contento
estaba, que se puso a corretear por la hierba en busca de cosas interesantes:
un bichito debajo de una piedra, una flor grande por donde trepar… iba dando
brincos saltando de flor en flor, pero en uno de esos saltos calculó mal y cayó
dentro de una col.
A
pesar de que la planta era blanda, se dio un buen golpe, y lanzó un quejido.
Muy cerca de allí había un buey pastando, que sintió un ruido y vio una col
moverse; esto le llamó la atención, se acercó hasta la planta y se la comió de
un solo bocado. El pobre Garbancito no tuvo tiempo de reaccionar, ¡y terminó en
la panza del buey!
Su
padre no se había dado cuenta de nada, y cuando llenó el saco comenzó a llamar
a su hijo. Pero por mucho que llamó y buscó, el niño no aparecía por ninguna
parte. Desesperado, montó a caballo y salió a todo galope hacia la casa,
dejando el saco de coles olvidado en el campo. Entre lágrimas le contó a su
mujer lo sucedido, y juntos salieron a buscar al pequeño. Recorrieron el
campo durante horas, llamando a Garbancito con toda la voz que tenían, pero no
lograban encontrarlo. Estaban a punto de regresar a casa, convencidos de que
nunca volverían a ver a su hijo, cuando pasaron cerca de un buey que estaba
mascando pasto plácidamente. Desde su interior, les pareció oír una vocecita
que decía:
– ¡Aquí! ¡Padres,
estoy aquí!
Frenaron
en seco, preguntándose el uno al otro: «¿lo has oído tú también?»
Garbancito
continuó gritando tan fuerte como fue capaz.
– ¡Estoy en la panza del buey que se mueve,
donde ni nieva ni llueve!
La
madre del pequeño tuvo una idea: se agachó y arrancó un manojo de hierba de la
tierra, lo acercó a la nariz del buey y comenzó a hacerle cosquillas; el animal
estornudó con tanta fuerza, ¡que lanzó por la boca a Garbancito!
¡Qué
gran alivio sintieron todos! El padre y la madre no paraban de besar a
Garbancito que, feliz de estar a salvo y de nuevo con sus padres, los dejaba
hacer.
Los
tres juntos cogieron el saco de coles, montaron en el caballo y volvieron a
casa cantando:
¡Pachín, pachín, pachín!
¡Mucho cuidado con lo que hacéis!
¡Pachín, pachín, pachín!
¡A Garbancito no piséis!
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