ORTOGRAFÍA
Lee la siguiente historia, viaja a través
de ella y responde en el siguiente link las preguntas…
https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSfP6CbWm8lifhXKs704cM3rBKUFyYY3tP1HPQbaqeXluIY76Q/viewform?usp=sf_link
DÉDALO e
Ícaro
Hace muchos, muchos años, vivía una artista de mucho
talento, se llamaba Dédalo, quien había
usado parte de su arte para hacer edificios y templos. Le consideraban el mejor
arquitecto de su tiempo.
Un buen día, el rey
Minos invitó a Dédalo a visitarle en su isla, Creta. Y es que,
el rey quería que Dédalo construyera un laberinto, para que fuera el hogar de
su mascota, el temible minotauro, una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de
toro. El rey amaba a ese monstruoso ser y a Dédalo le pareció un encargo un
tanto extraño, pero, un trabajo era un trabajo.
Así fue como Dédalo planificó un
intrincado laberinto, era tan complicado que cualquiera que entrara se perdería
hasta que alguien pudiera rescatarle. Para poderlo llevar a cabo, llevó a Creta
a su hijo Ícaro. Pensó que el trabajo le llevaría un tiempo y su hijo
disfrutaría nadando y jugando en la isla.
Cuando lo
hubo terminado, todo el mundo estaba feliz: Minos porque tenía un hogar para su
mascota, Dédalo porque el encargo supuso un reto y un buen dinero e Ícaro
porque aquel lugar era tranquilo y apacible. Tan a gusto
estaban que ni Dédalo ni Ícaro querían volver a su tierra.
Sin embargo, un buen día, se enteraron
de un suceso relacionado con su laberinto. Por lo visto, un hombre, Teseo, y un
grupo de niños habían entrado, matado al minotauro, escaparon y se llevaron a
la hija del rey con ellos.
El rey Minos estaba devastado, había
perdido en solo un día a su querida hija y a su amada mascota. Estaba fuera de
sí y decidió castigar al más inocente de todos, a Dédalo manteniéndolo
prisionero junto con su hijo Ícaro en Creta.
Durante su cautiverio, Dédalo no paró de
pensar en distintas formas de escapar y, un buen día, viendo a los pájaros que
volaban sobre la isla tuvo una idea.
- ¡Necesito alas!, se dijo a sí mismo
Dédalo.
Dédalo
comenzó a juntar todas las plumas de pájaro
que pudo encontrar y las pegó con cera. Tras mucho trabajo, logró crear dos
pares de alas, para él y para su hijo.
- Ícaro, hijo, estas alas te permitirán
volar, pero no vueles muy cerca de sol o las alas se derretirán.
Dédalo sujetó las alas al cuerpo de su
hijo quien, las agitó y se lanzó hacia el cielo. El mismo, también comenzó a volar,
para escapar de aquel lugar.
Dejaron la isla de Creta tras
ellos, el mar bajo sus pies brillaba más que nunca, el cielo estaba azul, una
suave brisa les rozaba mientras sobrevolaban cual pájaros.

Alentado
por ese momento mágico, Ícaro comenzó a volar más y más alto, voló tan alto
que antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo, el sol comenzó a
derretir la cera de sus alas, ante la mirada horrorizada de Dédalo.
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